A medida que vamos madurando nos damos cuenta que lo que pensamos que nos iba a ser felices, no lo es. Primero porque la felicidad no es un estado permanente y luego cuando crees que está en determinada cosa o situación pero no quedas satisfech@, enseguida ya estás en busca de algo más grande, asegurando que ahora si la encontrarás. En su libro "El arte de la felicidad" del Dalai Lama nos dice que "el propósito de nuestra vida consiste en buscar la felicidad", y que tendemos a ir por ella a través del consumo. Compramos y compramos creyendo que necesitamos adquirir bienes materiales con el fin de alcanzarla: quizás en una casa más grande, el último modelo de automóvil o la tecnología más avanzada. Estas acciones lo único que hacen es aumentar ese sentimiento de insatisfacción permanente, porque la mayoría de las cosas que creemos que necesitamos para ser felices ni las necesitamos ni lograrán ese objetivo. La verdad es que muchos no han experimentado la plenitud, se tiene esa sensación de que algo falta, de no sentirnos completos y como nada nos produce una satisfacción duradera, de ahí que nos embarquemos en dicha búsqueda. Sin embargo, sin darnos cuenta, cuanto más la perseguimos, más nos alejamos de ella.
Atención equivocada
Enfocamos nuestra atención en lo que nos falta para ser felices en lugar de apreciar y agradecer lo que ya tenemos para serlo. Hay que tener claro que la felicidad son momentos que se desvanecen pronto. En cambio, si somos conscientes en lo que sí tenemos y sentimos gratitud por ello, cualquier escenario cotidiano puede llevarnos a experimentarla.
El efecto de la gratitud
La gratitud surge como un antídoto perfecto para contrarrestar los efectos nocivos de una felicidad basada en el consumo. El ser agradecidos hacia aspectos como la familia, el trabajo, la salud o a nivel más profundo, hacia nuestro corazón que nos permite vivir, el aire que podemos respirar y hacia la tierra que nos sostiene al andar, es decir al dar las gracias por las pequeñas cosas que conforman nuestra cotidianeidad vamos substituyendo el "necesito más para ser feliz" por el "tengo suficiente para ser feliz". Como citaría San Agustín de Hipona, teólogo y filósofo cristiano del siglo IV: "No es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita". En el conjunto de normas que él redactó para organizar la vida de la comunidad cuando fundó el monasterio de Tagaste, su reflexión "Más feliz...cuanto menos necesitan", hoy tiene una gran relevancia, pues nos lleva a cuestionarnos si realmente necesitamos todo aquello que creemos para ser felices.
Necesidades, NO consumo excesivo
Desde la perspectiva del psicólogo Abraham Maslow, existen una serie de necesidades que no están relacionadas con el consumismo y que deben ser satisfechas en un orden jerárquico para alcanzar la plenitud y la felicidad. En 1954 propuso la teoría psicológica de las Necesidades Humanas en la que estableció cinco niveles: las necesidades fisiológicas, de seguridad, sociales, de estima y de autorrealización. Estas necesidades se representan en una pirámide, donde las más básicas se encuentran en la base y las más elevadas en la cúspide. A medida que se van satisfaciendo las necesidades de un nivel, la persona puede pasar al siguiente. Desde luego, las necesidades fisiológicas son las más fundamentales y se refieren a satisfacer el hambre, la sed, el sueño y la sexualidad. Una vez que estas están satisfechas, la persona pasa a las siguientes que son las de seguridad, que incluyen la búsqueda de un techo, protección y de estabilidad y a medida que se cumplen, emergen las necesidades sociales y de pertenencia, las cuales incluyen las relaciones, la amistad, el amor y el sentido de protección y de estabilidad. Cuando las tenemos cubiertas, surgen las necesidades de estima, las cuales se refieren al respeto, al reconocimiento y valoración de uno mismo, es decir, a tener confianza en nuestras habilidades y logros y a sentirnos seguros de nuestra valía. Una vez que se supera ese nivel se llega a lo más alto de la pirámide, donde nos encontraremos con las necesidades de autorrealización, que hace referencia a descubrir lo que esencialmente se es. Estando en la cúspide, llegamos a vivenciar lo que Maslow denominó las experiencias cumbre. En su libro "Religions, Values and Peak Experiencies" las describe como "un estado de unidad con características místicas; una experiencia en la que el tiempo tiende a desvanecerse y el sentimiento que la sobrecoge hace parecer que todas las necesidades se hallan colmadas".
Dependiendo del enfoque
La búsqueda de la felicidad puede convertirse en un camino que nos puede guíar hacia el descubrimiento de la belleza en las pequeñas cosas y en el cultivo de relaciones significativas. Ya dependerá de nosotros dónde enfoquemos nuestra atención: buscar la felicidad en un laberinto en el que nos perdamos entre tanta necesidad innecesaria de consumir o en el apreciar lo simple, con uno mismo, con los demás y/o con lo que nos trasciende. En última instancia, la felicidad reside pues en nuestra capacidad para apreciar y valorar lo que realmente importa en la vida. Fuentes: 10 acciones que hacen las personas felices.
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